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La cerveza revela poderes ocultos para la salud y energía

En el mercado de Uruk, hace más de cuatro mil años, trabajaba Ninkasi (la diosa sumeria de la cerveza), una joven de manos ágiles y sonrisa contagiosa, conocida por elaborar la mejor sikaru (cerveza) de la ciudad.

Ninkasi no solo preparaba la bebida para las celebraciones y los banquetes, sino que también observaba con atención a los trabajadores que cada día recibían su ración de sikaru como parte de su paga. Los robustos albañiles que levantaban los templos dedicados a Inanna, la diosa del amor y la guerra, recibían una jarra generosa al finalizar su jornada.

Ninkasi había notado algo curioso. Aquellos que recibían su ración diaria de sikaru parecían tener más energía para afrontar el duro trabajo bajo el sol abrasador. Sus rostros, aunque curtidos, mostraban una vitalidad que a veces faltaba en aquellos que solo bebían el agua turbia del río Éufrates.

Un día, mientras preparaba una nueva tanda de sikaru, Ninkasi recordó las enseñanzas de su madre, una experta cervecera. Le había explicado cómo los granos de cebada, al germinar y fermentar, liberaban sustancias valiosas. Sabía que la sikaru contenía los «espíritus» de la cebada, aquellos que daban fuerza y alegría.

Sin saberlo, Ninkasi estaba observando los beneficios de las vitaminas del grupo B presentes en la malta. Estas vitaminas, esenciales para el metabolismo energético, ayudaban a los trabajadores a convertir los alimentos en la energía necesaria para sus extenuantes labores. La fatiga parecía disminuir en aquellos que consumían regularmente la bebida fermentada.

También notaba la fortaleza de los huesos de algunos ancianos que bebían sikaru moderadamente. Quizás, pensaba ella, era por los «minerales de la tierra» que se transferían a la bebida durante el proceso de elaboración. En realidad, la cebada contenía silicio, un mineral que hoy sabemos que puede contribuir a la salud ósea.

Los trabajadores que sufrían de calambres después de largas horas de esfuerzo a veces encontraban alivio al beber sikaru. Ninkasi no entendía la razón, pero hoy sabemos que el potasio y el magnesio presentes en la cerveza juegan un papel crucial en la función muscular y nerviosa.

Incluso la textura ligeramente espesa de algunas sikaru, debido a los restos de grano, aportaba una pequeña cantidad de fibra, aunque en una proporción mucho menor que en los alimentos sólidos. Esta fibra contribuía a una mejor digestión.

En aquella época, la comprensión de la nutrición era intuitiva y basada en la observación. No existían laboratorios ni análisis químicos, pero la experiencia cotidiana demostraba que la sikaru, más que una simple bebida, era un elemento importante para mantener la fuerza y el bienestar de la comunidad.

Así, en la antigua Mesopotamia, la cerveza no solo era una forma de pago y un símbolo de celebración, sino también, sin que sus habitantes lo supieran completamente, una fuente modesta pero valiosa de nutrientes esenciales que ayudaban a sostener el cuerpo y el espíritu de una civilización en pleno florecimiento. Ninkasi, la sabia cervecera de Uruk, sin ser científica, había sido testigo de los beneficios que su amada sikaru ofrecía a su pueblo.

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