¡Te pagamos con cerveza!
¿Te imaginas que nos paguen con cerveza? Sin duda, el sueño de muchos… aunque antes no era un sueño.

En las arenosas tierras de Mesopotamia, hace muchísimos años, cuando los ríos Tigris y Éufrates eran los chismosos del vecindario, no existían esas cositas redondas y brillantes que hoy llamamos monedas ¡Había algo mucho mejor! La gente tenía una manera mucho más burbujeante de pagar sus deudas y recompensar el duro trabajo.
Imaginen la escena: un obrero sudoroso, como una hallaca recién hecha, después de construir una zigurat que llegaba casi a tocar las barbas de los dioses, extendía su mano callosa ¿Qué esperaba recibir? ¿Oro? ¿Plata? ¡Nada de eso! Lo que sus ojos anhelaban era una buena jarra de esa bebida dorada y espumosa que hacía olvidar el calor y el cansancio: ¡cerveza!
En aquellos tiempos, la cerveza era la moneda de cambio más apetecida y apreciada. Al momento de recibir tu pago te decían: «Aquí tienes tu ración de alegría líquida por el día de hoy», mientras llenaban jarras que parecían sacadas de un cuento de gigantes ¡Simplemente, la gloria!
Y no era solo por ser rica y refrescante ¡No, no! En esa época, el agua era más peligrosa que un escorpión y la cerveza, en cambio, al ser hervida durante su preparación, era la bebida más segura y nutritiva del barrio. ¡Era como un superjugo antiguo!
Cruzando el desierto, a orillas del majestuoso Nilo, los egipcios no se quedaban atrás en esto de pagar con birra ¡Era la bebida estrella! Desde el faraón más engalanado hasta el humilde campesino, todos le daban sus buenos tragos. Y claro, si todos la querían, ¿qué mejor manera de pagar a los trabajadores que con aquello que más apreciaban?
Los constructores de las pirámides, esos señores que movían piedras más grandes que sus propias casas, recibían su merecido en forma de jarras y más jarras de cerveza ¡Imaginen las fiestas después de un día de trabajo! Y hasta hubo una vez, ¡la primera huelga de la historia!, porque el faraón Ramsés III se estaba demorando con la «nómina» cervecera ¡La gente no estaba dispuesta a trabajar con la garganta seca!
Para los egipcios, la cerveza era casi sagrada. Decían que su invención era obra del mismísimo dios Osiris. ¡Una bebida tan importante tenía que venir de los dioses, claro que sí! Junto con el pan, la llamaban cariñosamente «dos nuevos ojos», ¡así de esencial era para sus vidas!
Así que ya lo saben, la próxima vez que levanten una refrescante cerveza, piensen que en tiempos remotos, esa misma bebida era tan valiosa que podía comprar voluntades, pagar salarios y hasta desatar la furia de los trabajadores sedientos. ¡Salud por esos tiempos burbujeantes donde la felicidad se medía en jarras espumosas! ¡Quién sabe, quizás algún día volvamos a pagar el alquiler con unas buenas birras!